Josep GELAMBÍ. Cultura. 1 de setembre de 1949
El piano, «este maravilloso instrumento», según solía decir Chopin, es producto de una industria de artesanía que, por una lenta evolución, le ha llevado al actual estado de perfección en que se halla.
Su origen no es otro que la antigua cítara o lira, conocida desde los tiempos más remotos. pero la mecánica para puntear las cuerdas, que vino a reemplazar la hasta entonces indispensable púa, apareció solamente, por primera vez, al final del Siglo XV.
Su primer estado fue el clavicordio, de una sola cuerda para cada sonido, tendidas horizontalmente y paralelas al teclado, el cual fue tomado del órgano, instrumento ya conocido. Su extensión era de cuatro octavas, aproximadamente, y el mueble no tenía pies, siendo muy parecido a una caja, que se colocaba encima de una mesa.
El primer clavicordio tomó pronto dos cuerdas para cada sonido y se transformó en espineta, colocándose las cuerdas en el sentido en que están hoy: perpendiculares al teclado.
Un primer estado de perfeccionamiento fue el clavicordio de dos teclados, con un gran número de cuerdas; las del teclado superior, estando afinadas una octava más alta que la del teclado inferior, y los dos teclados pudiendo acoplarse de manera que el inferior siguiera al otro. El instrumento era así más sonoro, pues cada sonido podía estar doblado por el mismo a la octava superior.
El constructor francés Marius, en el siglo XVIII, construyó un clavicordio desmontable y sin pies, llamado clavicordio quebrado. Fue en la primera mitad del Siglo XVIII cuando se concretó la idea de reemplazar las plumas, que en el clavicordio pellizcaban las cuerdas, por un pequeño martillo que las fuera a golpear. Marius, en Francia; Cristofori, en Italia – entre los muchos constructores -, inventaron y adoptaron el sistema, J. S. Bach, el mismo muy aficionado a coleccionar instrumentos, alentó su perfeccionamiento, ya que le encontraba el sonido, “feo y duro”.
El instrumento tenía ya, sin embargo, la gran particularidad de poder ser tocado, “forte”, o bien “piano”, según la presión de los dedos sobre el teclado, y de ahí derivó (según los historiadores) su nombre de “piano·forte”.
Su empleo se generalizó muy pronto, y en 1777 el constructor francés Erard le añadió un gran perfeccionamiento; el “escape” en la mecánica, y en 1823 el “doble escape”, o sea la actual «repetición. Nuevos adelantos han sido la “barra armonice” de hierro, destinada a intensificar el sonido de las notas agudas, y el «cuadro metálico», de un solo bloque de acero, que ha permitido una mayor potencia sonora con el cruce de las cuerdas.
Ciertos pianos de cola modernos tienen para las notas agudas, además de las tres cuerdas simultáneas usuales, otra armónica, que vibra por simpatía.
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